domingo, 1 de mayo de 2016

LA VIRGEN CON NIÑO ROMÁNICA

     
     La escultura de bulto redondo románica se reduce prácticamente a dos temas: Cristo crucificado, del que ya he tratado en este blog en el comentario de La Majestad de Batlló y el que nos ocupa ahora; el de La Virgen con el Niño. Siempre aparece sentada, a veces, sobre un trono de reina con corona para ser vista de frente, mientras los lados y la parte posterior interesan menos al artista. El niño sentado en su regazo también aparece de frente y derecho como su madre. En ocasiones, tiene un libro o una esfera que representa el Mundo en la otra mano. Pero lo más curioso de todo es, que no existe comunicación alguna entre la madre y el hijo. Esta actúa como un mero trono para él. La Madre se limita a presentarnos al Niño dios al Mundo, pues se comporta como tal, en actitud de bendecir con tres dedos de su mano derecha, y no como un niño normal de su edad, que se mueve y juega con la madre.
     El material empleado en su talla es la madera (pino, roble, nogal…) policromada con vivos colores, y su tamaño es más bien reducido, muchas de ellas no alcanzan los setenta centímetros o el metro de altura. Como imágenes románicas que son, se corresponden con los siglos: finales del XI, XII y parte del XIII. Tienen una apariencia hierática (sagrada) que trata de ganarse la sumisión y el respeto del fiel. En cuanto a los pliegues de sus vestimentas, nos recuerdan a los que presentan las esculturas arcaicas griegas. Los podemos observar paralelos, concéntricos y en zig-zag. Son esculturas antinaturalistas, rígidas, casi estáticas y que, evidentemente, siguen unas pautas fijas que el teólogo le ha marcado al artista, al que no se consideraba como tal, sino como un maestro artesanal. Advertimos, que para no desviarse del tema propuesto, en esta época se facilitaba a los ejecutores de las obras de arte unos modelos conocidos como exempla. Así que, el autor procedía dentro de un reducido campo de libertad.
     Si las sabemos contemplar, estas imágenes son encantadoras y cautivan al espectador por su simplicidad, inocencia e ingenuidad. Hay que tener presente el mensaje religioso que intentan transmitir. El teólogo, a través del artista, no busca la belleza formal como los clásicos griegos en sus obras. Es otro tipo de belleza: la espiritual e imperecedera la que tenemos que encontrar en estas imágenes. Hoy, día de la MADRE es una fecha especial para contemplar de nuevo estas bellas y delicadas tallas.

      R.R.C.