sábado, 20 de junio de 2015

La tumba de Drácula

     
     Acaba de fallecer en Londres el actor británico Christopher Lee, un artista prolífico que filmó unas 250 películas y dio vida a distintos personajes; pero yo, siempre lo recordaré en el papel de Conde Drácula que tanto me impactó en mi infancia y juventud. Sencillamente, me producía terror. Me quitaba el sueño, ya que por la noche era cuando él recobraba la vida que el día le negaba, y cometía todas sus tropelías. Elegantemente vestido con su capa negra, prominentes colmillos y ojos sanguinolentos, inquietaba a cualquiera. Su enorme altura de casi dos metros (1,96 cm) colaboraba a su imagen turbadora. Todos recordamos que como muerto viviente y sin alma, no se reflejaba en los espejos, no podía soportar los ajos y retrocedía ante la presencia de la cruz, su principal enemigo. Tampoco podía soportar la luz del Sol que lo hacía volver a su tumba.
     La famosa novela publicada en 1897 por el escritor irlandés Bram Stoker, lo convirtió en el vampiro más famoso de la historia. Situó al personaje en Transilvania, en la actual Rumanía, concretamente en el precioso castillo de Bran con un entorno natural maravilloso, que sirvió al escritor de inspiración para su novela y del que hay una entrada en este blog.
    Pero el verdadero Drácula, el histórico, el que existió de verdad, se llamaba Vlad Tepes; hijo de Vlad II Dracul (dragón), nacido en 1431, en Sighișoara, Rumania, y murió, no se sabe bien cómo, batallando contra los turcos en Bucarest en 1476. Gobernó con el título de Príncipe de Valaquia Vlad Tepes III (el Empalador) Draculean (el hijo del Dragón). Simplificando: Vlad Tepes Draculean. Declarado héroe de Rumanía por el gobierno comunista de Nicolae Ceaușescu en 1976, al cumplirse el quinto centenario de su muerte.
     Vlad Tepes fue un personaje muy cruel, basó su gobierno en el terror sobre súbditos y extranjeros. El empalamiento y la tortura fue lo que habitualmente empleó para mantener el control dentro de sus dominios y atemorizar a sus adversarios. Lo primero que hizo al llegar al poder, fue eliminar físicamente a los boyardos, nobles que se oponían a él. Lo mismo hizo con ciudades que no quisieron someterse a su autoridad como Brasov o Sibiu, ejecutando por empalamiento a hombres mujeres y niños de estas localidades. Sus enemigos exteriores fueron los turcos musulmanes, aunque también se enfrentó y trató con igual dureza a cristianos ortodoxos, según conviniese a sus intereses. Su reinado, en fin, se caracterizó por la crueldad, la tortura, la guerra y la muerte, que él mismo encontró, probablemente, en el campo de batalla.
     Según la tradición, en el monasterio del lago Snagov cerca de Bucarest hay una tumba con su nombre, sin embargo, sus restos no se han encontrado allí, ya que han aparecido en su lugar restos de animales. No obstante, apareció un cadáver decapitado y con vestimentas propias de su rango al lado de su sepultura, pero se perdieron en la década de 1940.
     Ahora bien, investigadores de la Universidad de Tallín, Estonia, consideran que Vlad Tepes fue hecho prisionero por los turcos en su última batalla. Enviaron a su hija María con la familia gobernante de Nápoles con la que su padre estaba aliado. Y después de ser encarcelado por los turcos, sus parientes napolitanos habrían pagado el rescate, para pasar los últimos días de su vida con su descendiente. Esta hipótesis explicaría que en la iglesia de Santa María la Nova de esta ciudad italiana; Erika Stella, estudiante de doctorado, hallara una lápida con bajos relieves del siglo XV con toda la simbología de Vlad, o sea, su nombre estaría escrito en esta lápida simbólicamente; en donde los dragones hacen referencia a Drácula y las esfinges opuestas a la ciudad de Tebas, también conocida como Tepes. De momento, esta tumba no se ha abierto para comprobar si esta teoría está en lo cierto. Habrá que esperar. Por otra parte, en este mismo lugar, se encuentra la tumba de su hija y su yerno, según aseguran los mismos investigadores.

     R.R.C.