viernes, 15 de marzo de 2013

LA BASÍLICA PALEOCRISTIANA

     Tras el Edicto de Milán, (313) se abandonan las catacumbas y se alza el primer edificio de culto cristiano reconocido oficialmente: la basílica, edificio derivado de la basílica romana.

     El cristianismo, que en un principio no trata de crear un arte original, sino de adaptar los elementos utilizables de la civilización que le rodea, estima la basílica como edificio más idóneo para desarrollar su culto. El templo greco-romano para nada convenía al nuevo culto, que por su carácter comunitario partía de la asamblea de fieles. Éstos, reunidos en asamblea, constituían la iglesia (ecclesia quiere decir asamblea). Por tanto, la iglesia cristiana es a la vez edificio sacro (casa de Dios, Domus Dei) y un edificio profano, una sala de asambleas (ecclesia). Los cristianos encontraron en la basílica la solución a sus necesidades litúrgicas. San Juan de Letrán y San Pedro fueron las primeras manifestaciones de esta arquitectura cristiana a través de las cuales se puede reconstruir el prototipo de iglesia.

 LA PLANTA DE LA BASÍLICA

     La planta de la basílica es sumamente sencilla, respondiendo a un plan longitudinal. El conjunto se inicia con un atrio, o patio abierto y generalmente porticado, para la reunión de los fieles antes del oficio religioso, que daba acceso al nartex, espacio reservado para los catecúmenos (no bautizados). El cuerpo de la iglesia consta generalmente de tres naves, la central más ancha y alta que las laterales, existiendo a veces una nave transversal, el transepto. En el centro del muro testero se abre un remate semicircular, el ábside, cubierto por una bóveda de cuarto de esfera. En este lugar se sitúa el presbiterio -espacio reservado a los sacerdotes-, con el altar, lugar principal del edificio, levantado generalmente sobre la cripta o tumba de un mártir.

      Más próximos a los fieles y dentro de la nave mayor se sitúan los ambones, en el de la izquierda se lee el Evangelio y en el de la derecha la Epístola. Hay otro pequeño espacio que se reserva para el clero menor, el coro.

     Las naves se reservaban para los fieles, situándose los hombres en el lado del Evangelio y las mujeres en el de la Epístola. Esta separación de sexos llegará a determinar un lugar independiente para las mujeres, la tribuna o matroneum, situada sobre las naves laterales.

 EL ALZADO

     Las naves se separan por medio de columnas marmóreas de fuste liso, con capiteles jónicos o corintios, a veces alternados. Sobre ellas se apoyan o bien arcos de medio punto o bien entablamentos. Esta misma disposición se repite, cuando aparece, en la tribuna. La zona superior del muro se horada mediante vanos de iluminación que constituyen el claristorio. La cubierta interior consiste en una armazón de vigas de madera que frecuentemente se ocultaba con un techo horizontal del mismo material.

      Al ábside, en el que desemboca la nave mayor, se accede bajo un arco triunfal, es decir, una gran arcada de medio punto que viene a emular el efecto triunfal de los arcos conmemorativos romanos, pero aquí tiene un carácter religioso al simbolizar el triunfo de la Iglesia. El espacio absidal es el único abovedado mediante una bóveda de cuarto de esfera. 

      Dentro de este espacio basilical ocupa un lugar importante el transepto, que nace como consecuencia del culto a las reliquias, y a través del cual los fieles afluyen con las ofrendas hacia el altar, bajo el cual se encuentra una cripta con las reliquias del mártir.

      Las basílicas se completan con el baptisterio, de planta circular o poligonal. En el centro se sitúa la cisterna (cuba), que suele ser de gran tamaño, ya que el bautismo es por inmersión y sólo se bautizaba a los adultos. El baño cristiano entraña una resurrección. Por ello predomina la forma octogonal, pues el número ocho está unido a la idea de resurrección. Alude al octavo día después de la Creación y descanso. Así, el alma del difunto se regenera gracias al agua.

      La decoración de las basílicas suele ser muy sencilla, aunque el mosaico empieza a utilizarse como elemento decorativo importante a partir del Edicto de Milán. Sigue usándose como decoración de pavimentos, pero comienza ahora a extenderse a las paredes y al ábside, adaptándose en éste a la superficie semicilíndrica y al casquete.

      A veces el tamaño de las teselas, en pasta vítrea, es muy pequeño y su forma, regular cuando se trata del fondo, se hace variada en las figuras, donde se requería una mayor minuciosidad y refinamiento de efectos. Las pastas vítreas de que se hacían las teselas eran tanto transparentes como opacas y comprendían una amplia gama de colores. Se siente como una decoración afín a la pintura, pero más duradera.

MANUAL DE HISTORIA DEL ARTE