martes, 6 de noviembre de 2012

Santa Ana, La Virgen y el Niño de Leonardo da Vinci

      
    Leonardo, en 1510, se decide a hacer un cuadro a partir del cartón de Santa Ana que había ejecutado diez años antes y que había suscitado la admiración de los florentinos. Se trata de un óleo sobre tabla de 168 X 112 cm, hoy en el Museo del Louvre; y que estuvo trabajando en él hasta su muerte en 1519. También se conserva un cartón que representa el mismo tema en la National Gallery de Londres. Recientemente ha “sufrido” una "agresiva" restauración, pues algunos conservadores consideran, que la limpieza ha sido demasiado exhaustiva, pero la luminosidad y colorido que se ha logrado es evidente. Leonardo estudió científicamente hasta la más mínima parcela de su cuadro, posiblemente, es la obra más ambiciosa de toda su carrera, de sutiles transiciones de luz y sombra. Las casi imperceptibles variaciones del color, como podemos comprobar en los labios de sus figuras, que se nos escapan, dan vida a los rostros.
     Representa a la Virgen María, sentada sobre las rodillas de su madre, Santa Ana, y que dobla su cuerpo para sujetar amorosamente al Niño Jesús, que vuelve su mirada hacia su madre, mientras sujeta entre sus manos el cordero del sacrificio, que anuncia su futura muerte violenta. El conjunto, se halla en medio de un paisaje rocoso muy idealizado, los picos montañosos parecen evaporarse en una atmósfera azulada que lo inunda todo, creando efectos de perspectiva aérea.
     La composición del tema es piramidal, siendo la cabeza de Santa Ana la que ocupa el vértice de la pirámide. Hay una especie de movimiento giratorio de las figuras que crea un flujo, una especie de corriente de transmisión del amor de la madre hacia la hija, de la hija hacia el Hijo, y del Hijo hacia el cordero del sacrificio. Esta corriente se acentúa por la línea de unión de las tres miradas. La serena expresión de Santa Ana contrasta con la ansiedad manifiesta de la Virgen por el niño.Y, no falta quién ha visto en ello, un significado simbólico.
      En cuanto al color, el estudio de la luz y de la profundidad, podemos decir que es muy parecido a “La Virgen de las Rocas”. Contraste entre tonos bajos, que ocupan superficies extensas; frente a los altos, con superficies más reducidas (traje de la Virgen); la luz, que ilumina primordialmente los rostros de la Virgen y del Niño; la profundidad conseguida con la disposición del paisaje irreal; el dibujo difuminado; etc.
     La concepción del tema es el de una escena puramente familiar, tierna y doméstica, que adquiere una dimensión sobrenatural gracias al paisaje. El amor terrestre y el amor divino van unidos en este cuadro, que emana una ternura y una espiritualidad raramente igualadas.
     R.R.C.