jueves, 20 de septiembre de 2012

El Papa Inocencio X de Velázquez, un ejemplo de retrato psicológico

     Pintado en 1650, es un óleo sobre tela, de 140 x 120 cm. (Gallería Doria Pamphili, Roma). Inocencio X tendría 66 años cuando le retrató Velázquez, pero dicen que se conservaba muy bien, siendo famoso por su vitalidad, además de por su fealdad, que algunos pensaban incluso que le descalificaba para ser papa; de todas maneras la fealdad fue bastante suavizada por el pintor.    
     Es otra obra cumbre del segundo viaje a Italia y se considera como su mejor obra como retratista. «El retrato que hizo al papa Inocencio X no tiene parangón en el mundo», dice Xavier de Salas. El propio pontífice así lo reconoce cuando exclama al descubrirlo: «Tropo vero» (¡Demasiado verdadero!).
      Representa al Papa sentado sobre un sillón, vestido con encajes blancos realizados con rápidos brochazos que anticipan el impresionismo. Los ropajes están captados con el mayor realismo, obteniendo una increíble calidad en las telas a pesar de la pincelada suelta, que ofrece toda la gama de rojos existente. De rojo sobre rojo: sobre un cortinaje rojo, resalta el sillón rojo, y sobre éste el ropaje del papa. La sinfonía de los rojos de distintas tonalidades se esparcen por el cuadro: en el sillón, en la casulla papal de raso, en el gorro... En la mano, el pontífice sostiene un pliego de papel con la petición de Velázquez para que interceda a su favor ante el rey de España para conseguir el título de don. De todo el  retrato destaca el rostro, donde Velázquez capta el alma del retratado; Inocencio X tenía fama de estar siempre alerta, desconfiado e infatigable en el desempeño de su cargo.  Tan incisivo y natural aparece aquí el Papa, que sobrecoge al que lo contempla.
      R.R.C.